lunes, 6 de julio de 2009

Caída del cielo.

Un día un ángel cayó del cielo...

Descendió sin aprobación del Supremo, y en reveldía celestial dejó de ser ente para ser de carne y hueso.

Plegó sus alas blancas y cortó su precioso pelo.
Camuflada entre los mortales no podía esconder tanta bondad, belleza y aureada de paz era perseguida por los ejércitos del cielo.

Tanto amor, tanto por dar, la sujetaba a éste mundo. Pero ella tenía una obsesión, una obligación por encima de todo deber divino, ser madre y traer al mundo al ser más maravilloso que jamás hubiera pisado la Tierra.

Engendró una preciosa niña. Fruto del amor verdadero. Y entonces el mundo entero se llenó de luz. Las entrañas más puras, finas facciones y aterciopela piel daban vida a Patricia.

Señor... cesad en vuestra búsqueda que aquel ángel está conmigo, yo fuí el afortunado.

domingo, 14 de junio de 2009

Príncipe destronado

Cuenta una leyenda...

...que vagante caballero obligado por el destierro de fatal gesta acontecida en el pasado...
cabalgaba a lomos de su corcel adiestrado a tal efecto, "cuan" de repente el infortunio de desdichada damisela llamosle la atención...

perdida en el bosque por la huída del acoso de bándalos que en la mañana atacaban el cortejo de la heredera de la corona...

Y ahora una de vaqueros...

Por las soleadas llanuras de Colorado, bajo el sol abrasador montaba su caballo solitario mercenario de recompensas con su winchester, montado y preparado para la disputa. Tomó su petaca de whisky, echó un trago y prendió un cigarrillo mirando al horizonte... al rato sonó un disparo, luego varios más, a lo lejos pudo observar ,arriba en la colina, diligencias atacadas por despiadados cheyenes y cómo no, gritos desgarrados de lindas amazonas en apuros...

¡Qué bonito es el cine! el amor incondicional de la dama liberada... él, de corazón frío y muy varonil (con sus pelillos en el pecho y tó) se deja seducir por tan delicada flor.

Y luego sois vosotras las que más llorais por la emoción y quedais cautivas por tales desventuras... ¿pero dónde está vuestro orgullo? se habla mucho de machismo y eso, lucháis con toda razón, contra toda manifestación que ataque vuestros valores, pero al final, quedáis prendadas con la ilusión de que venga vuestro príncipe a salvaros de vuestros males.

No sé, si es que no hay quién os entienda, o que no teneis término medio. Frente a vuestros principios, firmes, frías y calculadoras... pero en cambio, frágiles, vulnerables y en muchas ocasiones casi sumisas de ese cálido corazón que no os cabe en el pecho.

Esa creo yo que es la razón, vuestro talón de Aquiles. Hasta la mujer más sofisticada, llena de coraje y verdadera fortaleza, intelectual es capaz de entregar su "peazo corazón" a ese príncipe que desgraciadamente en demasiadas ocasiones puede ser el ogro más cruel, y peor aún, ese gigante de un solo ojo que no quiere a nadie y no ve más allá de su nariz.

Como dice la canción "ya no existen príncipes azules..." y basándome en que los humanos no dejamos de ser animales (racionales dicen...) los hombres somos buenos por naturaleza, pero como todo, ésta no es perfecta. Mi padre siempre ha tenido caballos, y cuenta que cada uno con su carácter, todos son domesticables y muy nobles. Pero es difícil no encontrar en el picadero algún ejemplar indomable, tosco, terco, sin conocimientos (un peazo de carne sin bautizar) que confirma la regla de que nada es perfecto, ni la propia naturaleza. Visto así, entre nosotros, animales, ocurre de igual manera.

Me dirijo a vosotras... no hagais que ese mal ejemplar se convierta en vuestro príncipe, aunque en algún momento de lucidez haya conseguido cautivaros con valerosa hazaña, toda cabra tira pal monte.

jueves, 4 de junio de 2009

Pasi mi si... pasi mi sa...

Era el día de fin de curso...

Aquel día se celebraba el final de las clases en aquel particular instituto. Después de las típicas competiciones deportivas, entrega de premios y demás actos, al caer la tarde en aquel escenario tocaba no sé qué grupo famosete y nosotros "los ", grupo cuajado por unos colegas en el marco de los años de instituto, que nos había convertido en casi hermanos.

Ese día fue realmente especial, fin de una etapa de adolescencia y principio de una madurez prematura. Era diferente, habíamos convivido muchos días lectivos, excursiones, viaje fin de estudios, momentos buenos y malos... pero no era como siempre, todos sabíamos que se acababa.
Después de todo, habíamos creado un vínculo o círculo de amistad que nos comprometía uno a uno.
A todo esto, subimos al ascenario. Nuestros incondicionales estaban como locos, los de primero, los de tercero, todo BUP, los profesores más informales... ¡qué espectáculo! Los primeros acordes sonaron a verdadera explosión liberada de aquel tormentoso momento de ansiedad y nervios a flor de piel. Desde arriba no parecía lo mismo, las clases, el gimnasio, era muy distinto. El paso por aquel instituto nos había marcado a fuego para siempre y éramos conscientes, no volveríamos a ser los mismos melenudos (los jevis del insti) que paseábamos carpetas negras cargadas de calaberas.

El momento culminante de nuestra actuación llegó cuando la voz de Fede- "el peines"- improvisaba, al son de batería, la frustante despedida de aquel lugar y de toda la gente a quien queríamos. A la luz de los mecheros continuamos con la única balada de nuestro repertorio..."dedicado a Ana", pérdida que no habíamos superado nadie de los que allí nos encontrábamos. Uno a uno fuimos apagando los instrumentos dejando solo a la batería, a "Toni", su compañero. Aún recuerdo a golpe de platillo aquella mágica noche.

Llegado el momento, al pie de los autobuses, todo eran abrazos, lágrimas y "te llamo..."

Un colega, una profesora y el que os escribe no pudimos entrar en aquel juego de despedidas y simplemente nos perdimos.

Terminamos con la botella de calimocho bajo una de las porterías ,bastante ebrios, observando cómo lentamente ya de madrugada, se marchaban aquellos autobuses cargados de emociones y sentimientos.

Todo quedó en silencio, aquellas ruidosas clases y saturados pasillos se habían desvanecido. Sólamente me despedí del conserje, ayudó a levantarme, para cerrarme las puertas para siempre.

domingo, 24 de mayo de 2009

Lazos...


Hoy me he levantado como cualquier mañana...

Al pasar al baño, no pude contemplar mi rostro en el espejo. Todavía adormilado, ni siquiera le dí importancia. Entoces, al lavarme las manos, éstas eran casi transparentes, prácticamente mi cuerpo era invisible.

Llevaba prisa para el trabajo, y claramente preocupado salí a la calle. Caminando hacia la parada del bus, me tropezaba con la gente, como si no advirtieran mi presencia. Una vez el asiento, algo más sosegado, era totalmente inadvertido. Sentía cómo mi cuerpo era más ligero y podía leer claramente el discurrir de la sangre por mis venas.

Ya en el lugar de trabajo, la angustia me invadía e intentaba evitar el contacto con algún compañero. Sentado tras mi mesa, confundido buscaba el sentido a la maldita situación en la que me encontraba.

Casi un espectro, durante toda la jornada sentí una profunda soledad y total ignorancia de todo aquel que me rodeaba.

Pensaba que se trataba de un fatídico sueño, pero estaba ocurriendo, era real.

Pasaban las horas y hasta mi voz perdía fuerza. Ni visto, ni oído, mi existencia era meramente insignificante y sin razón alguna.

Llegué a casa, aflojé mi corbata, liberé los pies de los malditos ejecutivos, y aún sentía que me ahogaba. Estuve largo tiempo en silencio sentado en mi sillón, con la mirada perdida hasta que unos fuertes golpes en la puerta me hicieron reaccionar y salir del trance.

Alarmado, casi temblando, lentamente me dispuse a observar por la mirilla de la puerta. Consternado pude ver mi alma. Sin duda alguna, venía a buscarme con tal desesperación que prácticamente atravesaba la blindada puerta y tiraba de mi cuerpo. Caí al suelo y perdí la consciencia.

Cuando logré despertar todo parecía mucho más claro. Pude recordar lo ocurrido y encontré el consuelo de pensar que mi cuerpo había estado vagando vacío por culpa tuya. Una noche te entregué mi alma y se quedó contigo, te la brindé y la tomaste por más tiempo del que yo te la había ofrecido...


lunes, 18 de mayo de 2009

Princesa de la noche


A ella misma le costaba recordar aquellos años de instituto, colegiala, interna de un mundo de privaciones, uniformes y de la más severa educación.
Quizás por rebeldía, liberación o simplemente sentirse viva, escapó de aquel tormento siendo una de las más valoradas en aquella institución.
María Dolores de Mencía y Balaguer dejaba atrás su infancia perdida, las visitas de sus "papis los fines y fiestas de guardar, regalos que se acumulaban en el armario sin abrir y la llamada de las 18,30 h. para "saber cómo te va, ¿y tus profes?"...
Una tarde, desgarró su uniforme, se colocó unos jeans, zapatillas de goma, y su anhelada camiseta escodida que un amigo le regaló hacía tiempo, se cortó el pelo, cogió su mochila y se largó.
Casi una adolescente decidida a explorar todo lo que durante años le había sido restringido, subió a un autobús destino donde pueda romper con los cánones establecidos que le tenían cautiva. Sus pupilas brillaban de emoción y miles de sentimientos recorrían cada célula de su cuerpo.
Aquella noche la pasó de "garito en garito", exploró la noche como nunca antes la había conocido, alternó con todo tipo de razas y tribus urbanas que le llevaron de la mano a un mundo de fantasía.
Evadida de responsabilidades, sintió la libertad como es. Descubrió un mundo en el que se sentía plena, llena y libre.
Desde entonces ha pasado un tiempo, ha madurado y con treinta y tantos, aquella dulce y bonita princesita ya tiene una calle que lleva su nombre "El callejón de la Lola".

lunes, 27 de abril de 2009

Dobles!!


Que el deporte es sano...

Cuatro amigos. Ataviados para la ocasión, con la indumentaria nuevecita y raquetas relucientes. Nos disponemos una tarde noche, después del trabajo, a deleitar el mundo del tenis con nuestro atrofiado juego.

Llegamos al poli, claro está en coche, sería demasiado hacer el trayecto haciendo "futi", es para no mezclar deportes... Deportistas consolidados, zánganos ejercitándose para los variados ejercicios... quedan perplejos ante nuestra presencia. Y es que dos regordetes, y los otros dos fumando entramos en la cancha.

Desenfundamos las raquetas y sacamos las pelotitas. ¡Si, esas que nada más sacarlas del "bottle" ya estás corriendo detrás de ellas!

Empezamos el calentamiento con un peloteo. ¡Qué panzá de correr detrás de las pelotas !

Al ratito ya estábamos más que calentitos. Dos tirones y un esguince delataban más que sobradamente nuestro estado físico. A todo esto, una docena de críos eran meros espectadores de aquella comedia. ¡Qué cabrones!

Antes de comenzar seriamente el partido, hacemos un "kit kat" para refrescarnos y aprovechar para recoger las pelotitas y poner cinta aislante a las raquetas. Literalmente tirados en el suelo sorteamos campo para empezar el juego. Algo muy importante, ya que en una parte de la cancha no hay malla.

Bueno, terminado el cigarrillo, (que en todos los trabajos se fuma) comenzamos el partido... "hasta seis veces para meterla en el cuadradito pequeño" y al cabo de unos minutos, todas las pelotas juntitas en la red. Y los críos... "meándose de risa los cabroncetes" hasta los del fútbol subían a vernos.

¡Qué sudores! el tabaco fluía a chorros por los poros de mi piel. Litro y medio de agua de un trago. Por entonces uno de mis amiguetes ya había tirado la toalla, y con la raqueta entre las piernas tirado en el suelo, se debatía entre la vida y la muerte, delirando "quién me habrá mandao a mí..."

Así que dos contra uno, no tardó mucho en retirarse, ¡es correr el doble detrás de las malditas pelotitas!

Finalmente jugamos dos juegos y un peloteo. Los nenetes se divertían haciéndonos la ola y cantando... ¡no! La victoria fue para el único que no salió a gatas de la cancha. Visto lo visto, dejamos en manos de los profesionales el arte del deporte y seguiremos con nuestro póker de los jueves que es menos perjudicial para con nuestro cuerpo.

Sano dicen...!!

martes, 21 de abril de 2009

Galway


Era más tarde de lo habitual...

Cada día solía terminar su jornada laboral al caer la tarde, pero aquella noche "tocaba hacer caja" en la sucursal. Sobre las 22,30 h. abandonó, saturada, aquel local. Se despidió del guardia de seguridad deseándole una noche al menos tranquilita y salió a la calle.

Caminaba despacio, sosegada, con la conciencia liberada por aquel dichoso día complicado pero que parecía haber llegado eficazmente a su fin. Vestida aún con el uniforme, se aflojó ligeramente la blusa, metió sus zapatos en el bolso, encedió un cigarrillo y dejó libre su largo pelo rizado.

La noche era tranquila, apacible. Sin prisa alguna caminaba serena por aquella acera en dirección a su acogedor apartamento. Apagó el móvil y, como nadie en aquella ciudad la esperaba, noches como ésta solía dar un rodeo antes de encerrarse para todo el fin de semana en casa.

Pero algo en su interior le decía que hoy sería especial. Se sentía cómoda, relajadamente caminaba observando la ciudad que esa noche parecía distinta, con cierto encanto.

Horas antes había llovido, las calles estaban mojadas en el casco antiguo, donde residía. Algo pasó por su cabeza que, ante la mirada atónita de los transeúntes, sin pensarlo, empezó a saltar "a la pati coja" de charco en charco y tarareando una melodía infantil.

Pasó, ya más tranquila, por la puerta de aquel local de copas por la que tantas veces había cruzado y nunca había tenido la tentación de entrar. Pero un impulso le empujó literalmente al final de la barra del garito... -"una coca c.. no! mejor un whisky solo con hielo, por favor..."-

Quien regentaba aquel bar, un irlandés que compaginaba con la enseñanza de su idioma nativo, posó en aquella barra un vaso tallado con dos cubitos y un licor de su añorada patria. Ella quedó perpleja... el cristal de aquella cautivadora botella hacía juego con el verde de sus profundos y misteriosos ojos. El no pudo en aquel instante, desviar su atención de esa mirada confusa y llena de luz, a su vez.

Se sentía hipnotizada. Su corazón se aceleraba cada vez que pasaba a su lado, para cambiar la música o servir algún aperitivo. Otra copa fue testigo de lo que él susurró al oído. Lentamente cogió su bolso, dejó un billete y salió sin mediar palabra.

Más tarde apagó la música, las luces, se colocó la chupa y cerró el bar. La noche estaba tan oscura como aquel callejón. Parado en la puerta, sacó un cigarrillo y prendió su mechero.Esa pequeña luz iluminó tímidamente el momento que descubrió la silueta de ella en la fachada de enfrente,su cigarrillo,aún apagado cayó al suelo. Quedó parado, como un témpano. Se le acercó y sus labios fueron estrechados ardientemente con los suyos, envolvió su pelo con las manos y ella sigilosamente sacó de su bolsillo las llaves del bar.